Comparto con ustedes el testimonio que envia 'Guillermo', un seguidor de este blog, peruano y que transcribiré a continuación con puntos y comas sobre una aterradora experiencia que vivió la semana pasada en un viejo hospital peruano. Son libres de juzgar la veracidad del incidente .
"Antes que nada muchas gracias por la oportunidad de contar una experiencia que me ha dejado sorprendido por la manera como se produjo el mismo.
Por razones de trabajo acudí hace unos días al Hospital 2 de mayo. La visita la realicé en compañía de mi amiga y compañera de equipo Diana quien fue testigo de lo que acontecería minutos más adelante.
Tras entrevistarnos con la persona responsable del área de recursos humanos, Diana y yo salimos de la oficina y empezamos a caminar rumbo a la puerta de salida del nosocomio, por lo intrincado de los pasajes como es lógico nos perdimos por un momento y no sabíamos cómo retomar el camino inicial. Leímos que en uno de los letreros decía Mortuorio, nos miramos con cara de chicos que se preparan para hacer una travesura ...
- ¿ Vamos a ver?.
- Ya, vamos, vamos.
Empezamos a retomar el camino nuevamente por el pasaje, sin embargo no encontrábamos la bendida sala de Mortuorio, una idea surgió:
- Como estas de negro dices que vienes por el cuerpo de tu marido, yo soy tu abagado ...
Reímos ante el macabro plan que estábamos armando. Pero por el sol, la presión de salir a terminar el trabajo hizo que desistamos de la empresa así que con las mismas decidimos a emprender la retirada.
Una vez que recordamos la salida se produjo lo impensado, lo tenebroso. Tras reír por una broma que me hizo nos quedamos en silencio en eso escuché:
" Guillermo"
Era una voz gruesa, varonil, dijo mi nombre de manera tranquila, sin apuros, casi lentamente. Volteé y no había nadie, para mi sorpresa Diana me dijo sorprendida:
- ¿Te llamaron, no?
- ¿Tú también lo escuchaste?
- Sí.
Nos miramos asustados y volvimos tras nuestros pasos, para nuestra sorpresa no había nadie, de una de las salas salieron dos hombres que ni se inmutaron ante nuestra presencia, en lo personal ni los conocía. Ambos hombres se fueron por otra ruta.
Diana y yo nos miramos nuevamente y salimos rápidamente de ahí, confieso que pese al calor sentí un escalofrío tremendo por lo experimentado. Lógicamente al comentar eso con nuestros compañeros de oficina, nos salió la historia como la narración de una de las tantas leyendas urbanas que circulan por Lima, pero tanto ella y yo sabemos lo que pasó realmente: que 'alguien' me llamó esa tarde.
Al día siguiente, esto ya dentro de nuestro centro de labores, cuando iba a ver a alguien en una de las áreas nuevamente me pasó lo mismo, esta vez el hecho se estaba realizando en un lugar conocido por mí, en la puerta de ingreso. A diferencia del día anterior no sentí escalofrío ni temor, al contrario: la sensación era de paz y tranquilidad, confesaré que al escuchar mi nombre incluso sonreí tranquilo, confiado en que estaba protegido.
No es la primera vez que experimento este hecho. Ya en una ocasión me pasó lo mismo en un viejo colegio nacional, aquella vez si me asusté: estaba solo caminando rumbo a la dirección del plantel, iba por un pasadizo de madera ya deteriorado por el paso del tiempo, aquella vez fue la voz de una fémina la que me hizo girar e ir más rápido. La sorpresa vendría después al hablar con la directora del plantel cuando agarramos algo de confianza y le pregunté por la foto de una chica de unos 15 años que tenía una vela al costado y un rosario sobre el cuadro que enmarcaba la foto:
- Ella murió acá en el colegio, de acá a unas tres aulas por el pasadizo donde usted ha pasado, era una buena chica, solía esconderse para bromear a sus compañeras.
Habrá notado mi cara de sorpresa porque agregó:
- Algunas que vienen acá dicen que han sentido algo extraño al pasar por ahí: que la puerta del salón se abre, o que la silla se mueve, o una risa, incluso que habla, que canta ...
- Que llama.
Abrió los ojos sorprendida y le comenté lo narrado.
Aparentemente es cierta aquella expresión de Paul Éluard que dice: " Hay otros mundos, pero están en este", y sin querer estoy formando parte del mismo.
Gracias por la oportunidad"
Por razones de trabajo acudí hace unos días al Hospital 2 de mayo. La visita la realicé en compañía de mi amiga y compañera de equipo Diana quien fue testigo de lo que acontecería minutos más adelante.
Tras entrevistarnos con la persona responsable del área de recursos humanos, Diana y yo salimos de la oficina y empezamos a caminar rumbo a la puerta de salida del nosocomio, por lo intrincado de los pasajes como es lógico nos perdimos por un momento y no sabíamos cómo retomar el camino inicial. Leímos que en uno de los letreros decía Mortuorio, nos miramos con cara de chicos que se preparan para hacer una travesura ...
- ¿ Vamos a ver?.
- Ya, vamos, vamos.
Empezamos a retomar el camino nuevamente por el pasaje, sin embargo no encontrábamos la bendida sala de Mortuorio, una idea surgió:
- Como estas de negro dices que vienes por el cuerpo de tu marido, yo soy tu abagado ...
Reímos ante el macabro plan que estábamos armando. Pero por el sol, la presión de salir a terminar el trabajo hizo que desistamos de la empresa así que con las mismas decidimos a emprender la retirada.
Una vez que recordamos la salida se produjo lo impensado, lo tenebroso. Tras reír por una broma que me hizo nos quedamos en silencio en eso escuché:
" Guillermo"
Era una voz gruesa, varonil, dijo mi nombre de manera tranquila, sin apuros, casi lentamente. Volteé y no había nadie, para mi sorpresa Diana me dijo sorprendida:
- ¿Te llamaron, no?
- ¿Tú también lo escuchaste?
- Sí.
Nos miramos asustados y volvimos tras nuestros pasos, para nuestra sorpresa no había nadie, de una de las salas salieron dos hombres que ni se inmutaron ante nuestra presencia, en lo personal ni los conocía. Ambos hombres se fueron por otra ruta.
Diana y yo nos miramos nuevamente y salimos rápidamente de ahí, confieso que pese al calor sentí un escalofrío tremendo por lo experimentado. Lógicamente al comentar eso con nuestros compañeros de oficina, nos salió la historia como la narración de una de las tantas leyendas urbanas que circulan por Lima, pero tanto ella y yo sabemos lo que pasó realmente: que 'alguien' me llamó esa tarde.
Al día siguiente, esto ya dentro de nuestro centro de labores, cuando iba a ver a alguien en una de las áreas nuevamente me pasó lo mismo, esta vez el hecho se estaba realizando en un lugar conocido por mí, en la puerta de ingreso. A diferencia del día anterior no sentí escalofrío ni temor, al contrario: la sensación era de paz y tranquilidad, confesaré que al escuchar mi nombre incluso sonreí tranquilo, confiado en que estaba protegido.
No es la primera vez que experimento este hecho. Ya en una ocasión me pasó lo mismo en un viejo colegio nacional, aquella vez si me asusté: estaba solo caminando rumbo a la dirección del plantel, iba por un pasadizo de madera ya deteriorado por el paso del tiempo, aquella vez fue la voz de una fémina la que me hizo girar e ir más rápido. La sorpresa vendría después al hablar con la directora del plantel cuando agarramos algo de confianza y le pregunté por la foto de una chica de unos 15 años que tenía una vela al costado y un rosario sobre el cuadro que enmarcaba la foto:
- Ella murió acá en el colegio, de acá a unas tres aulas por el pasadizo donde usted ha pasado, era una buena chica, solía esconderse para bromear a sus compañeras.
Habrá notado mi cara de sorpresa porque agregó:
- Algunas que vienen acá dicen que han sentido algo extraño al pasar por ahí: que la puerta del salón se abre, o que la silla se mueve, o una risa, incluso que habla, que canta ...
- Que llama.
Abrió los ojos sorprendida y le comenté lo narrado.
Aparentemente es cierta aquella expresión de Paul Éluard que dice: " Hay otros mundos, pero están en este", y sin querer estoy formando parte del mismo.
Gracias por la oportunidad"
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