Comenzaré contándoles que después de tiempo me levanté ayer 3 de octubre a las 5 y 45 de la mañana. Dos razones de peso me impulsaban: la primera, era el cumpleaños de mi madre, y segundo tenía que estar en el trabajo a la 1 de la tarde en punto, así que esa mañana tenía que volar: tomando desayuno con mi madre, ir a votar, y con las mismas volver a mi casa, cambiarme y al trabajo.
Terminado el desayuno fui a la Universidad católica (que está a unos 20, 25 minutos caminando desde mi casa, eran ya las 8 en punto, por alguna vez quería creer que los peruanos aún podemos ser responsables y puntuales a nuestras citas, esperaba que los miembros de mesa ya hayan instalado la mesa, esperaba que las puertas de la universidad abrieran a las 8 en punto haciendo pasar a la gente que como yo iba temprano a ejercer su voto y sacarse de una vez por todas toda esa tensión de los dimes y diretes de la campaña. Llegué como es costumbre a la cola que da en la puerta ubicada de la avenida Riva Agüero y ya había un buen número de personas bien alineadas con cara de haber tomado desayuno a la volada, otros con cara de no haberlo tomado, y otros con cara de tristeza, obligados a ir (como yo les confieso) a emitir su voto pese a que nuestro sistema democrático y clase política ya colapsó por completo. Habían también los mortificados, y adelante mío había un tipo con olor de haber estado en una bomba de padre y señor mío, de esos “al carajo con la ley seca”. Otros como yo, y gracias a que íbamos con nuestros MP3, estábamos tranquilos, relajados, incluso me puse a cantar en mi fuero interno, aunque creo que por ahí una que otra canción llegué a exteriorizarla, “Boranda” en concierto (es que me gusta la salsa clásica les diré) retumbaba en mis oídos.
8:08: Ocho minutos de retraso algo que ya no llama la atención en nuestro querido Perú y a lo cual ya nos hemos acostumbrado, la palabra puntualidad acá es para algunos un mero saludo a la bandera un “me llega altamente”, un “sigue esperando nomas compadrito”. Por momentos el sueño me invadía ahí parado en esa vereda frente al Parque de las Leyendas, me tentaba cerrar los ojos pero tenía que estar atento a que nadie se cole delante de mí, aunque bueno, no solo por el chico maloliente sino delante de él incluso. Los que venían por la pista y veían cuan lejos estaba el final de la cola, miraban tentados algún espacio para colarse. “Avancen hermanos que al fondo hay sitio”. Miré la hora: 8:28. Y la p... polvorienta reja no daba visos de abrirse por lo que veía a la distancia.
8:32. Hasta que por fin la bendita cola empezó su peregrinaje al interior de la universidad, el resto era pan comido: ver en las pizarras el número de mi mesa, el piso dónde se ubicaba la misma e ir como un ciudadano (ejemplar si claro!: a estas alturas quien menos te lo imaginas es ejemplar) a emitir mi voto y luego a pasar unas horas más con mi mamá en su cumple y de ahí a la chamba. Subí la escalera, un mal presagio me advirtió lo que se podía venir para mí: de un aula tres personas salían rápido ladeando la cabeza diciendo: “Están locos”. Ubiqué el aula, me acerqué y una mujer con un vozarrón me saludó y preguntó si podía ejercer el cargo de SECRETARIO. Le dije que no, que tenía que ir a trabajar (que era la verdad), ella sonrió diciendo que todos teníamos que trabajar, tratando de tranquilizarme ante su arrogancia le pregunté: “¿Acaso trabajas los domingos también?”, un chico sentado y con cara de haberse metido previamente una bomba de tres días me dijo que mejor me de una vuelta para que no me cojan, asentí y con las mismas me retiré mientras que la mujer le mostraba una mirada con fuego en los ojos, él chico a manera de descargo le dijo que ella no podía obligar a la gente a ser miembro de mesa. Cuando me dí la vuelta me encontré cara a cara con una chico de mi edad con una cara de haber dormido poco y entró al aula. Fui y me senté en una de las bancas donde una señora estaba sentada y le pregunté si ella ya había votado, su respuesta rayó con la jocosidad: “No joven, fui a la mesa y me dijeron para que sea miembro, ¿imagina quedarse hasta pasadas las 6 de la tarde, más aún sin haber avisado a la familia?”, y empezó con una chachara anti sistema por demás impresionante. En eso ví que el chico con cara de haber dormido poco salió del aula, me vió, e hizo un gesto un gesto con la cabeza como quien dice: “Vamos, vamos”. Me llamó la atención y por ese instinto de buscar novedades fui donde él. Me despedí atentamente de la señora verborrea y tras caminar por un pasadizo encontré al chico sentado en una banca al verme me dijo: “También te quisieron enyucar, ¿no?”, sonreí y asintiendo re pregunto: “¿A ti también?”, él se mató de risa asintiendo y sin querer empezamos a charlar rajando de la desorganización del comicio, claro empezando por malestar causado esperando en la puerta. Mi compañero de mesa y yo charlamos por espacio de 40 minutos creo, más tal vez, es que pudimos comprobar que en las mesas que estaban cerca de nosotros, habían personas que también ‘desertaban’ ya que querían obligarlas a ser parte de ese juego llamado: “Elecciones y bla bla bla”. En nuestra charla bilateral concordamos en un punto: “Claro, si has sido sorteado para ser miembro de mesa y sabes que te tienes que quedar pasadas las 6 de la tarde contando votos y resolviendo uno que otro problemilla que puede suceder, chévere, me quedo; pero, que pretendan que te quedes a la fuerza, nicas”. Palabras más, palabras menos, y le pregunté para ir a chequear cómo iba la situación, aceptó ansioso, fuimos y nos pusimos a unos 40 metros y la mujercita estaba con dos miembros de la ONPE, jalé a mi compañero de expedición y nos ‘refugiamos’ en nuestro escondite empezando a incomodarnos, al rato, se sentó a mi lado un señor de unos 40, 50 tal vez y al verme me dice quejándose: “A todos nos quieren meter de miembros a la prepo”, le respondo: “No está solo profe, somos muchos ya” a lo cual rió como si Miguelito Barraza le hubiera contado un chiste. Al rato, mi ‘compañero’ de expedición me llamó: “Gilbert, manya, ya hay siete personas en la cola”, me despedí del señor y fuimos a la cola como si fuéramos viejos amigos de barrio y super cancheros. Para mi sorpresa, la señora de la verborrea estaba adelante nuestro, charlas van y charlas vienen, ya no entre Fabricio y yo, sino todos los que estábamos en la cola y todos con un punto en común: “Querían meterme a la fuerza a ser miembro de mesa”.
10:03. “¡Queremos votar, queremos votar!” se dejó escuchar en la mesa 049315, el grito se multiplicó a la 049316, nos tentamos a hacerlo pero al ver que iba personal militar a apaciguar los ánimos nos quedamos callados, sin embargo, quien pago pato de nuestra ira contenida fue un miembro de la ONPE que paseaba campante a ver ‘su obra maestra’. El pobre no se daba abasto para escuchar tanta crítica.
10:27. Solo en el Perú de combis locas suceden estas cosas. A esa hora empezó el movimiento en la mesa a la cual pertenecía. Si bien todos estábamos enojados, nuestros votos los hacíamos rápido con el ritual de siempre: recibir la cédula de las elecciones municipales y la segunda del FONAVI, e ir a la “cámara” de sufragio. Haciendo un alto: que nombre más ocurrente la verdad: cámara. Vamos!, si es una mesa con cartón plastificado con la inscripción ONPE, ¿qué les cuesta decir?. “ Recoge tus cédulas y emite tu voto”, ¿qué es eso de ir a la ‘cámara’?. Cédula municipal, mis dos equis, cédula del FONAVI, una equis, deposité mis votos, y luego vino una de las costumbres más arcaicas que tenemos en las elecciones: mancharse el dedo medio con tinta indeleble, sa tinta que solo sale con ‘Ayudín’ o con shampú “Heand and shoulders” en mi caso prevención caída. Se dice que es para que se sepa que ya votamos, pero, ¿la firma previa en el padrón electoral?, o más concreto y rápido, ¿ el holograma en el DNI?. Salí de la zona caliente escuchando diversos comentarios:
· “Que lindo es venir a votar” .
· “ ..si así serán las presidenciales, Dios nos coja confesados”.
· “Mi mesa era la 043221, estaba parado como media hora, y luego me di cuenta que estaba en la 043223”.
Como dice la estrofa de una canción: “ ....así es mi Perú”
Terminado el desayuno fui a la Universidad católica (que está a unos 20, 25 minutos caminando desde mi casa, eran ya las 8 en punto, por alguna vez quería creer que los peruanos aún podemos ser responsables y puntuales a nuestras citas, esperaba que los miembros de mesa ya hayan instalado la mesa, esperaba que las puertas de la universidad abrieran a las 8 en punto haciendo pasar a la gente que como yo iba temprano a ejercer su voto y sacarse de una vez por todas toda esa tensión de los dimes y diretes de la campaña. Llegué como es costumbre a la cola que da en la puerta ubicada de la avenida Riva Agüero y ya había un buen número de personas bien alineadas con cara de haber tomado desayuno a la volada, otros con cara de no haberlo tomado, y otros con cara de tristeza, obligados a ir (como yo les confieso) a emitir su voto pese a que nuestro sistema democrático y clase política ya colapsó por completo. Habían también los mortificados, y adelante mío había un tipo con olor de haber estado en una bomba de padre y señor mío, de esos “al carajo con la ley seca”. Otros como yo, y gracias a que íbamos con nuestros MP3, estábamos tranquilos, relajados, incluso me puse a cantar en mi fuero interno, aunque creo que por ahí una que otra canción llegué a exteriorizarla, “Boranda” en concierto (es que me gusta la salsa clásica les diré) retumbaba en mis oídos.
8:08: Ocho minutos de retraso algo que ya no llama la atención en nuestro querido Perú y a lo cual ya nos hemos acostumbrado, la palabra puntualidad acá es para algunos un mero saludo a la bandera un “me llega altamente”, un “sigue esperando nomas compadrito”. Por momentos el sueño me invadía ahí parado en esa vereda frente al Parque de las Leyendas, me tentaba cerrar los ojos pero tenía que estar atento a que nadie se cole delante de mí, aunque bueno, no solo por el chico maloliente sino delante de él incluso. Los que venían por la pista y veían cuan lejos estaba el final de la cola, miraban tentados algún espacio para colarse. “Avancen hermanos que al fondo hay sitio”. Miré la hora: 8:28. Y la p... polvorienta reja no daba visos de abrirse por lo que veía a la distancia.
8:32. Hasta que por fin la bendita cola empezó su peregrinaje al interior de la universidad, el resto era pan comido: ver en las pizarras el número de mi mesa, el piso dónde se ubicaba la misma e ir como un ciudadano (ejemplar si claro!: a estas alturas quien menos te lo imaginas es ejemplar) a emitir mi voto y luego a pasar unas horas más con mi mamá en su cumple y de ahí a la chamba. Subí la escalera, un mal presagio me advirtió lo que se podía venir para mí: de un aula tres personas salían rápido ladeando la cabeza diciendo: “Están locos”. Ubiqué el aula, me acerqué y una mujer con un vozarrón me saludó y preguntó si podía ejercer el cargo de SECRETARIO. Le dije que no, que tenía que ir a trabajar (que era la verdad), ella sonrió diciendo que todos teníamos que trabajar, tratando de tranquilizarme ante su arrogancia le pregunté: “¿Acaso trabajas los domingos también?”, un chico sentado y con cara de haberse metido previamente una bomba de tres días me dijo que mejor me de una vuelta para que no me cojan, asentí y con las mismas me retiré mientras que la mujer le mostraba una mirada con fuego en los ojos, él chico a manera de descargo le dijo que ella no podía obligar a la gente a ser miembro de mesa. Cuando me dí la vuelta me encontré cara a cara con una chico de mi edad con una cara de haber dormido poco y entró al aula. Fui y me senté en una de las bancas donde una señora estaba sentada y le pregunté si ella ya había votado, su respuesta rayó con la jocosidad: “No joven, fui a la mesa y me dijeron para que sea miembro, ¿imagina quedarse hasta pasadas las 6 de la tarde, más aún sin haber avisado a la familia?”, y empezó con una chachara anti sistema por demás impresionante. En eso ví que el chico con cara de haber dormido poco salió del aula, me vió, e hizo un gesto un gesto con la cabeza como quien dice: “Vamos, vamos”. Me llamó la atención y por ese instinto de buscar novedades fui donde él. Me despedí atentamente de la señora verborrea y tras caminar por un pasadizo encontré al chico sentado en una banca al verme me dijo: “También te quisieron enyucar, ¿no?”, sonreí y asintiendo re pregunto: “¿A ti también?”, él se mató de risa asintiendo y sin querer empezamos a charlar rajando de la desorganización del comicio, claro empezando por malestar causado esperando en la puerta. Mi compañero de mesa y yo charlamos por espacio de 40 minutos creo, más tal vez, es que pudimos comprobar que en las mesas que estaban cerca de nosotros, habían personas que también ‘desertaban’ ya que querían obligarlas a ser parte de ese juego llamado: “Elecciones y bla bla bla”. En nuestra charla bilateral concordamos en un punto: “Claro, si has sido sorteado para ser miembro de mesa y sabes que te tienes que quedar pasadas las 6 de la tarde contando votos y resolviendo uno que otro problemilla que puede suceder, chévere, me quedo; pero, que pretendan que te quedes a la fuerza, nicas”. Palabras más, palabras menos, y le pregunté para ir a chequear cómo iba la situación, aceptó ansioso, fuimos y nos pusimos a unos 40 metros y la mujercita estaba con dos miembros de la ONPE, jalé a mi compañero de expedición y nos ‘refugiamos’ en nuestro escondite empezando a incomodarnos, al rato, se sentó a mi lado un señor de unos 40, 50 tal vez y al verme me dice quejándose: “A todos nos quieren meter de miembros a la prepo”, le respondo: “No está solo profe, somos muchos ya” a lo cual rió como si Miguelito Barraza le hubiera contado un chiste. Al rato, mi ‘compañero’ de expedición me llamó: “Gilbert, manya, ya hay siete personas en la cola”, me despedí del señor y fuimos a la cola como si fuéramos viejos amigos de barrio y super cancheros. Para mi sorpresa, la señora de la verborrea estaba adelante nuestro, charlas van y charlas vienen, ya no entre Fabricio y yo, sino todos los que estábamos en la cola y todos con un punto en común: “Querían meterme a la fuerza a ser miembro de mesa”.
10:03. “¡Queremos votar, queremos votar!” se dejó escuchar en la mesa 049315, el grito se multiplicó a la 049316, nos tentamos a hacerlo pero al ver que iba personal militar a apaciguar los ánimos nos quedamos callados, sin embargo, quien pago pato de nuestra ira contenida fue un miembro de la ONPE que paseaba campante a ver ‘su obra maestra’. El pobre no se daba abasto para escuchar tanta crítica.
10:27. Solo en el Perú de combis locas suceden estas cosas. A esa hora empezó el movimiento en la mesa a la cual pertenecía. Si bien todos estábamos enojados, nuestros votos los hacíamos rápido con el ritual de siempre: recibir la cédula de las elecciones municipales y la segunda del FONAVI, e ir a la “cámara” de sufragio. Haciendo un alto: que nombre más ocurrente la verdad: cámara. Vamos!, si es una mesa con cartón plastificado con la inscripción ONPE, ¿qué les cuesta decir?. “ Recoge tus cédulas y emite tu voto”, ¿qué es eso de ir a la ‘cámara’?. Cédula municipal, mis dos equis, cédula del FONAVI, una equis, deposité mis votos, y luego vino una de las costumbres más arcaicas que tenemos en las elecciones: mancharse el dedo medio con tinta indeleble, sa tinta que solo sale con ‘Ayudín’ o con shampú “Heand and shoulders” en mi caso prevención caída. Se dice que es para que se sepa que ya votamos, pero, ¿la firma previa en el padrón electoral?, o más concreto y rápido, ¿ el holograma en el DNI?. Salí de la zona caliente escuchando diversos comentarios:
· “Que lindo es venir a votar” .
· “ ..si así serán las presidenciales, Dios nos coja confesados”.
· “Mi mesa era la 043221, estaba parado como media hora, y luego me di cuenta que estaba en la 043223”.
Como dice la estrofa de una canción: “ ....así es mi Perú”
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