martes, 21 de febrero de 2012

EL PAÍS DE LAS BESTIAS

Siempre me consideraré una persona bastante crítica con nuestra sociedad, y que no se tome a mal lo que escribiré a continuación pero tengo que sacarme del pecho lo que siento en este momento al ver, al igual que tú seguramente, lo bajo que está cayendo nuestra sociedad.

Empecemos por las pistas. Las tristemente célebres 'combis de la muerte', las mismas que con ingenio criollo del grupo No sé quien y los no se cuántos crearon una simpática canción titulada "Sube nomás" y en uno de sus estribillos decía: "...en un espacio para cuatro meten  más de treintaidos". Estos salvajes de las pistas limeñas han adaptados estas movilidades para que los viajeros vayan parados, este es un vehículo donde ir sentado ya es de por sí incómodo. Por si fuera poco que la gente vaya parada, hay pasajeros que con los casi 30º de temperatura que vive la capital en estos días, van con las ventanas cerradas.

Pero esto es una culpa compartida, dejando de lado por un momento a las bestias 'motorizadas' que proponen esta forma de viaje, están las bestias que se dejan manipular y aceptan ir paradas, ya que al ver que no hay asientos disponibles, les importa tres pepinos ir parados con medio cuerpo encorvado y con el trasero pegado a la cara de quien está sentado, lógicamente, si uno quiere bajar del vehículo en su paradero tiene que esperar que la gente que está parada baje de la combi para recién bajar ellos, claro, los más 'inteligentes' bajan, porque hay otros que se hacen a un lado para pasar por 'un costadito'. Ahora, si tienes mala suerte, y ocurre por ejemplo un cortocircuito dentro del vehículo y quieres escapar, ahí sí que la tendrás bastante complicada: la única salida seria la puerta del cobrador, la cual por lo general tiene algún desperfecto, algunas se caen por ejemplo. ¿Escapar por la ventana?. Si hay suerte y la misma no tiene un tubo grueso a la mitad de la misma de forma horizontal, sí, puedes ir pensando en aparecer en "Sobreviví", pero previamente tendrás que mantener una lucha encarnizada con quien está adelante tuyo, y atrás, para escapar por ahí.

Otro ejemplo de la bestialidad social que nos envuelve, la tuvimos la semana pasada en el incendio de Mesa Redonda. Los bomberos encontraron dificultades para actuar, ¿por qué?, porque los comerciantes querían ir a por sus mercaderias  sin importar la propagación del fuego, sin importar sus vidas y por ende retrasaron el accionar de los valerosos y admirables hombres de rojo cuya ausencia de recursos contrasta con su esfuerzo y entrega. Felizmente, gracias a la bondad de Dios no se repitió la tragedia del 2001 en el mismo lugar y que costó la vida a más de 300 personas, una lección que de hecho no ha sido asimilada para nada en ese sector de la población.

Pero, si estas personas son bestias y queremos cambios en ese aspecto, hay que mirar para arriba y es ahí donde entran a tallar las bestias 'mayores', nuestros gobernantes.

Los peruanos sabemos desde hace muchos años, que siempre entre fines de enero y comienzo de febrero se producen desbordes, inundaciones y huaycos. Pedirle a las personas que viven en zonas rojas de peligro y con tendencia a ser castigadas por un huayco por ejemplo,  que evacuen es abrir una interrogante por parte de ellos: ¿a dónde ir?. Pero, ¿nuestras autoridades que hacen al respecto?, ¿qué han hecho al respecto?. NADA. Esperan que venga la tragedia para recién salir ante cámaras, con sus gorritos de Estado Peruano o Defensa Civil, para decir con aire solemne que decretan en estado de emergencia tal o cual pueblo. ¿Por qué no ir previniendo desde diciembre del año anterior y habilitar campamentos para las familias que podrían verse afectadas?, ¿no es más fácil limpiar los cauces de los ríos con anticipación?. Tal vez pocos lo noten pero eso es una pésima señal de interés hacia las personas de menos recursos, y ojo, no lo escribo solo por este gobierno, sino también por los anteriores.

Así es cómo está gobernado y habitado el Perú de ahora, por bestias que han hecho de las calles su habitat de vida, un habitat donde escupir, miccionar en plena pública es ya común y 'normal' y donde las nuevas generaciones sufrirán a la larga la ciudad que les dejaremos.

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