martes, 3 de julio de 2012

REVELANDO MIS SECRETOS: 1RA PARTE

Notarán que soy una persona abierta, me gusta compartir mis cosas con quienes me rodean y obviamente ese nexo quisiera compartirlo con ustedes mis amigas y amigos que me leen acá en el Perú y alrededor del mundo.

Justamente en la mañana estaba charlando con Jimena,  una  amiga que he conocido hace unos días,  acerca de una pequeña fobia que tengo a los ascensores.

Parecerá extraño pero ese temor excesivo recién lo he asimilado con el correr de los años, de pequeño me subía a un ascensor y no me ponía nervioso, sin embargo, hoy a mis 36 años siento pánico cuando estoy encerrado en esa cajita metálica.

Claro, no me pongo a hacer un número tampoco, pero como le decía a mi guapa amiga un extraño mutismo me invade ni bien se cierra la puerta metálica. Cuando eso último pasa, siento que mis ojos, no la cabeza, mis ojos siguen la parte final de la puerta como queriéndola abrir con los ojos, es una sensación hasta cierto punto extraña, mi lado cobarde me dice: "Bájate mejor, ve por las escaleras!", mientras mi lado valiente, aventurero que en una ocasión trepó una escabrosa montaña en plena selva peruana solo con zapatillas, short, polo y una mochila viajera; me dice: "vamos, tú puedes, todo saldrá bien por último.... si tienes que morir acá, bueno, todos somos mortales no?". Mientras hago esas cavilaciones, el contador de pisos empieza con el ascenso. Si el piso al que voy es el 7, desde el piso 1 al 7 hasta que se abre la puerta estoy mudo, mirando el contador. Ni bien se abre la puerta, dejo que salgan las mujeres, ¿si no hay mujeres?, hago la del apurado, cojo mi celular y cual loquito digo: "estoy saliendo del ascensor", claro, el destinatario de la llamada no existe, bueno, la llamada no existe en realidad.

Hace poco mi fortaleza fue puesta a prueba, hablamos de hace unas semanas que no llegará ni al mes. La inestabilidad laboral me llevó a presentar mi Curriculum a un trabajo en mi momento libre, un día antes recibí la llamada de la señorita encargada quien con dulce voz me indicó:
  • Bien señor, entonces lo esperamos mañana a las ocho, anote la dirección por favor. 
  • Claro, la escucho señorita.
  • Um, Paseo de la República 2202, es el edificio de fachada celeste ...
  • Correcto.
  • El piso es el catorce.
Sentí que se me anudaba la garganta, incluso pestañeé nervioso,  incrédulo como quien quiere confirmar el dato dije:
  • Catorce.
  • Así es señor, el piso catorce.
Al día siguiente que fui, para mi mala suerte la única persona que estaba ahí era el recepcionista, dejé mis datos y tras recibir la credencial de visitante se me indicó dónde estaba el ascensor. Hasta allá fui pasando por un amplio pasaje rodeado de murales con comunicados y mensajes internos, al llegar al punto de referencia tenía a la mano dos ascensores por abordar y una escalera, miré la escalera y me dije: "No, ni hablar, llegaré molido". Así que poniéndome los pantalones mi dedo índice tocó el botón 'llamando' a uno de los dos ascensores, se abrieron ambos como quien provoca, escogí el de mi diestra, al verme nervioso en el espejo me dije: "Tranquilo hombre, te han asaltado dos veces con pistola en mano, otra vez de milagro no te rompiste el cuello jugando fútbol super borracho (ya contaré eso), y te vas ha asustar por un ... ascensor". Decidido presioné el número 14, la 'cajita' empezó a cerrarse, ni bien terminó la operación un zumbido empezó a sentirse con un ligero tambaleo, el contador indicaba: 1 ...2 .....3 ....4 ...5 ...6, se detuvo, escuché una campanita  y se abrió la puerta, un tipo con cara de malo preguntó:
  • ¿Baja?
  • Sube. (Por dentro: ¿no sube?)
  • Gracias.
De nuevo la puerta se cerró y la marcha reanudó, el contador marcaba: 7...8.....9....10.....11, nuevamente se detuvo, una campanita y la puerta se abrió, nada, presioné la tecla y el aparato siguió su tambaleante ascenso. Al llegar finalmente al piso 14 sentí un alivio tremendo, como si me hubieran depositado el cheque con las gratificaciones de fin de año, fui al baño y para mi sorpresa, mi frente estaba con puntitos de sudor.

A la hora de la salida la cosa fue parecida, el mismo temor, la misma inquietud pero acompañado, y la salida fue igual: apurado, como queriendo escapar lo más rápido posible de esa pesadilla que es para mí un ascensor.

De pequeño sin embargo y como mencioné líneas arriba, no recuerdo haber vivido una mala experiencia en un ascensor, incluso hace unos años cuando tenía una enamorada que vivía en el décimo piso de su edificio, a golpe de las tres de la mañana que llegamos ahí, nos 'encendimos' ahí mismo haciéndome preguntar ahora: ¿dónde quedó mi temor en ese momento?. Es más, nunca le comenté ese temor, sin embargo por dentro si iba inquieto.

Hace unos años, tenía ese temor e incluso en una ocasión opté por subir los nueve pisos a pie, claro, que llegué con un dolor de muslos terrible pero llegué tranquilo.

Aún hoy en día en mis ratos de ocio trato de hallar algún mal recuerdo en un ascensor pero hasta ahora no doy con él.

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