Esta película peruana dirigida por Francisco Lombardi es una de las pocas películas rescatables dentro del universo cinematográfico nacional. Está inspirada en la novela del mismo nombre escrita por el escritor chileno Alberto Fuguet en 1996.
Producida en el año 2000, la historia hace ver un poco de lo que es nuestra idiosincrasia: viveza criolla, el floro, padres irresponsables (claro que dentro de esta categoría no son todos, no seamos injustos y metamos a todos en el mismo saco), la cultura de celebrar con ‘chela’ en mano, o la proliferación de las ‘trampas’. Para nuestros amigos extranjeros, en la jerga peruana cuando decimos ‘chela’ nos referimos a la cerveza y ‘trampa’ significa la pareja no oficial, la amante, la otra. Pues bien, estos factores son los que reúne TINTA ROJA dentro de la complejidad de sus personajes.
La cinta comienza en la sede del diario sensacionalista “El Clamor”. Ahí, Alfonso “Varguitas” (interpretado por Giovanni Ciccia, “Mi problema con las mujeres) es un practicante de periodismo que llega al diario para realizar sus respectivas horas pre profesionales para poder obtener su título profesional. Llega acompañado de Nadia (Lucía Jiménez) de quien está enamorado y con quien está dispuesto a viajar en caso gane una beca para estudiar en Barcelona. Si bien es un joven aparentemente refinado, leído, admirador de la prosa de Mario Vargas Llosa, tiene potencial por explotar, algo que el jefe del área de Policiales, Faundez (Gianfranco Brero), nota en él, y empieza a hacerlo en las comisiones a las que salen acompañados de Escalona (Felé Martínez) el reservado y callado fotógrafo del equipo y Van Goh (Carlos Gassols) el fiel chofer quien siempre ante cualquier comentario o situación sale con una frase histórica filosófica de algún personaje.
Si bien ‘Varguitas’ no es de exagerar al escribir la nota, ya que es respetuoso de la vieja escuela periodística formada en las aulas, es decir del: ¿ qué, quién, dónde, cuándo, por qué? , hace frente al estilo periodístico de la escuela de ‘la calle’ de su jefe. Incluso llegando a superarlo y tomando su lugar cuando Faundez se ausenta para hacer una de sus palomilladas o en un plano más amoroso: visitar a su hijo Dawn. Pero como a veces todo da vueltas en la vida, Faundez de ser una persona que inculcó a su discípulo hacer quebrantar a los deudos ante la tragedia con tal de obtener la información, tiene que soportar la pérdida de su hijo quien a fallecido atropellado por un vehículo. ‘Varguitas’ escribe la nota y la misma la hizo al estilo que su maestro le enseñó: describiendo las escenas de dolor por parte del padre quien llora abrazado ante el cuerpo inerte y sangrante de su desaparecido hijo y lógicamente, acompañando a la nota la foto del cadáver. Pero ‘Varguitas’ también vive su propia tragedia: su padre, quien abandonó a su madre cuando él tenía cinco años, está en confabulación con personajes turbios quienes adulteran autopsias, encubren asesinatos en componenda con una funeraria local. Así que tiene que escribir también sobre su propio padre a quien lo apoda “El Doctor muerte”. Es ahí donde se produce otra encrucijada dentro de la complejidad de problemas que está atravesando ‘Varguitas’: o ayuda a su padre, protagonizado por Gustavo Bueno (que por cierto , hubiera sido interesante verlo un poco más en un rol de papel secundario), quien incluso tiene la desfachatez de ir y pedirle ayuda al diario, o sino, cumplir con su labor periodística y dar a conocer a Lima y al Perú la clase de tipo que es él. Él, lógicamente, al darse cuenta de que tenía que tomar una decisión rápida dice que mostrará la clase de persona que es, pero por un momento duda, finalmente toma la decisión correcta (y que debe hacer todo periodista: informar con la verdad y con un argumento sólido y bien sustentado) y publica el reportaje sobre el Dr Muerte, su padre.
En eso se basa lo agradable de la película: la vuelta de situaciones y circunstancias. El novato periodista “con cara de cojudito” (como le dice Faundez cuando se conocen) resulta que logra superar a su maestro y lo hace con sus mismas armas: la prosa amarilla, dura, inmisericorde que suele tener este tipo de prensa, la prensa chicha, la misma que hace del dolor ajeno algo ínfimo, sin valor, sin sentimiento. Claro, a esto hay que agregarle otro defecto que es parte de algunas personas: ‘Varguitas’ antes de quedarse momentáneamente como jefe de sección del área, gana la beca para ir a Barcelona; se le suben los humos, cree que ya ganó todo y deja de ser el chico sencillo y modesto que había empezado hacer sus prácticas.
¿Recomendable?, sí, ideal para quienes quieren ser periodistas, para que sepan que NO deben hacer.
Producida en el año 2000, la historia hace ver un poco de lo que es nuestra idiosincrasia: viveza criolla, el floro, padres irresponsables (claro que dentro de esta categoría no son todos, no seamos injustos y metamos a todos en el mismo saco), la cultura de celebrar con ‘chela’ en mano, o la proliferación de las ‘trampas’. Para nuestros amigos extranjeros, en la jerga peruana cuando decimos ‘chela’ nos referimos a la cerveza y ‘trampa’ significa la pareja no oficial, la amante, la otra. Pues bien, estos factores son los que reúne TINTA ROJA dentro de la complejidad de sus personajes.
La cinta comienza en la sede del diario sensacionalista “El Clamor”. Ahí, Alfonso “Varguitas” (interpretado por Giovanni Ciccia, “Mi problema con las mujeres) es un practicante de periodismo que llega al diario para realizar sus respectivas horas pre profesionales para poder obtener su título profesional. Llega acompañado de Nadia (Lucía Jiménez) de quien está enamorado y con quien está dispuesto a viajar en caso gane una beca para estudiar en Barcelona. Si bien es un joven aparentemente refinado, leído, admirador de la prosa de Mario Vargas Llosa, tiene potencial por explotar, algo que el jefe del área de Policiales, Faundez (Gianfranco Brero), nota en él, y empieza a hacerlo en las comisiones a las que salen acompañados de Escalona (Felé Martínez) el reservado y callado fotógrafo del equipo y Van Goh (Carlos Gassols) el fiel chofer quien siempre ante cualquier comentario o situación sale con una frase histórica filosófica de algún personaje.
Si bien ‘Varguitas’ no es de exagerar al escribir la nota, ya que es respetuoso de la vieja escuela periodística formada en las aulas, es decir del: ¿ qué, quién, dónde, cuándo, por qué? , hace frente al estilo periodístico de la escuela de ‘la calle’ de su jefe. Incluso llegando a superarlo y tomando su lugar cuando Faundez se ausenta para hacer una de sus palomilladas o en un plano más amoroso: visitar a su hijo Dawn. Pero como a veces todo da vueltas en la vida, Faundez de ser una persona que inculcó a su discípulo hacer quebrantar a los deudos ante la tragedia con tal de obtener la información, tiene que soportar la pérdida de su hijo quien a fallecido atropellado por un vehículo. ‘Varguitas’ escribe la nota y la misma la hizo al estilo que su maestro le enseñó: describiendo las escenas de dolor por parte del padre quien llora abrazado ante el cuerpo inerte y sangrante de su desaparecido hijo y lógicamente, acompañando a la nota la foto del cadáver. Pero ‘Varguitas’ también vive su propia tragedia: su padre, quien abandonó a su madre cuando él tenía cinco años, está en confabulación con personajes turbios quienes adulteran autopsias, encubren asesinatos en componenda con una funeraria local. Así que tiene que escribir también sobre su propio padre a quien lo apoda “El Doctor muerte”. Es ahí donde se produce otra encrucijada dentro de la complejidad de problemas que está atravesando ‘Varguitas’: o ayuda a su padre, protagonizado por Gustavo Bueno (que por cierto , hubiera sido interesante verlo un poco más en un rol de papel secundario), quien incluso tiene la desfachatez de ir y pedirle ayuda al diario, o sino, cumplir con su labor periodística y dar a conocer a Lima y al Perú la clase de tipo que es él. Él, lógicamente, al darse cuenta de que tenía que tomar una decisión rápida dice que mostrará la clase de persona que es, pero por un momento duda, finalmente toma la decisión correcta (y que debe hacer todo periodista: informar con la verdad y con un argumento sólido y bien sustentado) y publica el reportaje sobre el Dr Muerte, su padre.
En eso se basa lo agradable de la película: la vuelta de situaciones y circunstancias. El novato periodista “con cara de cojudito” (como le dice Faundez cuando se conocen) resulta que logra superar a su maestro y lo hace con sus mismas armas: la prosa amarilla, dura, inmisericorde que suele tener este tipo de prensa, la prensa chicha, la misma que hace del dolor ajeno algo ínfimo, sin valor, sin sentimiento. Claro, a esto hay que agregarle otro defecto que es parte de algunas personas: ‘Varguitas’ antes de quedarse momentáneamente como jefe de sección del área, gana la beca para ir a Barcelona; se le suben los humos, cree que ya ganó todo y deja de ser el chico sencillo y modesto que había empezado hacer sus prácticas.
¿Recomendable?, sí, ideal para quienes quieren ser periodistas, para que sepan que NO deben hacer.
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